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jueves, 16 de enero de 2014

Un largo camino 4ª parte por Francisco Cristóbal Grueso Cerezo

Llegamos al 7 de diciembre por la mañana, me encontraba fatal, resfriado, nariz taponada y me dolía la cabeza, de pensar que el día siguiente tenía que correr 42Km se me quitaban las ganas de ir. Mi hermano que al final no puedo correrla por que tenía molestias en la rodilla empezó a hacer las maletas para pasar allí el puente de la inmaculada, ya que habíamos reservado habitación en un hotel. Este año Sergio no la ha podido correr pero le han guardado la inscripción para el año que viene para que no se libre de sufrir en esa mítica distancia jajaja.


Llegamos a Castellón, y no nos aclarábamos para entrar por que tenía cuatro entradas, al final entramos y empezamos a preguntar por donde estaba el hotel. Llegamos, entramos en la habitación, dejamos maletas y pusimos camino a la feria del corredor a recoger la bolsa del corredor. Una vez allí yo estaba muy nervioso, no decía nada, mi hermano se reía, me hablaba pero seguro que él lo notaba, eran las 19:30, estábamos a horas de la salida del maratón y en mi cara se veía preocupación y miedo.

Llegamos al hotel, dejamos la bolsa y nos fuimos a cenar bien pronto para luego no tener una pesada noche. A medida que avanzaba la noche iban llegando más corredores que por la cara que ponían se iban a enfrentar al maratón en apenas unas horas. Todos en el restaurante estábamos callados, no se oía a nadie, silencio absoluto.

Llegó el día, eran las 6:15 de la mañana y había que levantarse para desayunar pronto, me encontraba mucho mejor que el día anterior. Me dí una ducha para despejarme y relajarme, me vestí y bajé a desayunar mientras mi hermano se preparaba para bajar luego. El desayuno fue lo que más me impactó, al bajar aquello estaba lleno, eran las 7:00 y estaba absolutamente lleno y todos estaban callados, solamente nos mirábamos, hasta un fotógrafo que había parecía tener miedo de lo que venía después. Desayuné, me esperé a que mi hermano lo hiciese y a las 8:15 nos pusimos camino a la línea de salida. A medida que íbamos ya empecé a sentirme relajado, ya estaba allí, no había marcha atrás, llevaba esperando ese momento y había llegado, no tenía nada que demostrar a nadie, lo hacía por mi mismo y para superarme. En la la salida empecé a hablar con un maratoniano de unos 50 años de edad que había ido desde Galicia a Castellón para correr el maratón. Era su primer maratón también, se quedó asombrado cuando le dije que tenía 21 y que allí estaba, buscando lo mismo que él, que era acabar un maratón. Comenzó la carrera, empecé tranquilo, me despedí de Sergio, me salía la sonría cuando la gente me miraba nombre en el dorsal y me deseaban suerte, me acordaba de todo lo que había pasado para llegar hasta allí y sabía que no iba a ser en vano.

Yo sabia que lo nuevo comenzaría a partir del kilómetro 22, así que no debía tomármelo con prisa y sí con bastante calma. Fui de lujo, me planté en el Km 21 en 2h 4 minutos, y me sentía bien, seguía corriendo y hubo un momento en el que casi me pongo a llorar; en el km 26 había montado una sesión de spinning al aire libre, como parte de la animación para el maratón, yo al verlos levanté las manos y me puse a aplaudirles y la monitora empezó a decirme que era enorme, que no parase y comenzó a vitorear mi nombre junto con los alumnos que tenía en la sesión. Fue algo espectacular y muy especial por que empecé a darme cuenta de qué era lo que estaba haciendo, y no era algo cualquiera, no era algo que cualquiera que veas por la calle ha hecho. Llegue al Km 30 en 2h 59 minutos, comenzaba a flojear ya, las piernas me comenzaban a pesar y las zapatillas que ya las tenía algo rotas desde el verano allí me machacaron zancada tras zancada. Vi a mi hermano, se acercó a animarme, me dijo que iba bien, que ya me había superado pero yo seguí corriendo, sabiendo que lo volvería a ver pronto. En el Km 34 me comunican que llevaba de tiempo 3h 25 minutos, tenía un límite de 5 horas para correr los 42 Km y aunque fuese cansado, el hecho de saber que ya me sobraba tiempo para hacer los 8km restantes, me hizo caminar. Me puse a caminar a partir de ese km, me dolían los pies por que más que unas zapatillas, tenía un matapersonas en cada pie. Empezaba a turnar correr con caminar cada cierto tiempo. Vi a mi hermano en el Km 36 y se puso a caminar junto a mi aproximadamente 700 metros preguntándome que tal, y nos pusimos a hablar de las zapatillas, que era lo que me estaba fallando, el me decía que ya daba igual que solo quedaban 6 Km y que ya estaba, y que no me preocupase del tiempo. Comencé a correr de nuevo hasta el Km 38 y medio, a partir de ese me puse a caminar hasta el Km 40. Una vez llegado al 40 volví a empezar a correr y ya no paré hasta la meta, empecé a chocar las manos a todos los niños que vi, empecé a levantar el pulgar a todos los que me animaban, y a falta de 400 metros empecé a apretar el ritmo y todo, ya iba a acabarlo, era el final a un largo camino, era el final de un camino plagado de alegrías, decepciones, lesiones, entrenamientos, sacrificios, pero ahí estaba yo, corriendo junto a mi hermano los últimos metros, sintiéndome invencible al ver que pese a todo ahí estaba yo, ese niño con sobrepeso que le costaba levantarse de la silla o ese niño al que apenas le cabía el uniforme del colegio ahí estaba, ese niño corría junto a mí, ese niño que jamás imaginó eso estaba junto a mí cruzando la linea de meta demostrando que no había nada imposible, que con esfuerzo y sacrificio todos podemos lograr grandes retos por muy difíciles que parezcan.

Ese largo camino, es el camino de la vida, y a los 21 años de edad, ese niño que fui y al mismo tiempo corrió junto a mí aprendió una gran lección de humildad siendo profesor y alumno al mismo tiempo.


¡GRACIAS A MIS AMIGOS Y A MI FAMILIA POR TODOS ESTOS ÁNIMOS!


1 comentario:

  1. Grandes entradas Fran, gran historia, todo un ejemplo. A seguir así, "Camí de l´objectiu".

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